sábado, 1 de septiembre de 2007

Mal Social: agresiones en el núcleo familiar


La violencia familiar es un fenómeno con incidencia cultural y hereditaria, que particularmente posee más casos de los que se estima o conoce. Se tiene una idea general de las causas que conllevan a conflictos de esta índole, pero al ocurrir en un contexto tan diverso como lo es el familiar, solo pueden rescatarse algunas cuestiones principales.

Generalmente, quien imparte la violencia en la familia es la figura masculina, es decir el padre, que muchas veces es el que mantiene económicamente al grupo (sabemos que esta tendencia-la patriarcal- es la más antigua y la que recordamos que protagonizaban nuestros bisabuelos o abuelos). La mujer, en estos casos, tiene un perfil bajo en la situación en tanto que aparta sus ideales laborales para contener al resto de la familia y la educación de sus hijos.

La personalidad de un hombre violento se caracteriza por los celos, el sentimiento de pertenencia enfermizo en torno a los sujetos de su familia, que demuestra (puertas adentro) pero ignora ante la vida pública o entre sus amigos. Algunas personas como citó Hobbes en sus escritos, recurren a la violencia "por nimiedades tales como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta o cualquier muestra de infravaloración, ya sea directamente contra la persona o por extensión contra sus familiares, amigos, nación, profesión o nombre". Hobbes utilizaba el término de nimiedades para describir la insignificancia de las respuestas violentas que ejecutan algunas personas.

Por eso, no se puede evitar o ignorar el hecho de tener en la familia un ser violento, o de pautas seguras para que los hechos no se desarrollen, porque aún sin provocar ocurren. Freud también explica; nuestro inconsciente matará incluso por nimiedades. Existen casos también, donde la mujer reacciona ante la violencia de su marido o pareja, pero también a la fuerza.

Testimonio de Stella: una mujer agredida por su pareja

“Lo conocí a los 21 años, era un compañero de trabajo. Estuvimos de novios 3 años y la relación era normal, nunca demostró ningún acto de violencia. Cuando nos casamos yo tenía 24 años y el 26. Cuando lo ascendieron en el trabajo, el era encargado de sección y pasó a ser gerente. Desde esa vez, hubo un cambio brusco en su actitud, venía a casa solamente a dormir; siempre tenia reuniones. Cuando yo le decía que quería pasar más tiempo con el, se enojaba.”

“A los 27 vino el primer nene, y a los 30 vino la nena. Mi familia sospechaba de las agresiones, pero yo siempre se las negué; cuando me dejaba marcas les decía que me golpeaba con algo o que me caía. No pensé en dejarlo, no sé si por temor o por amor.”

“Nunca se me ocurrió concurrir a un centro de ayuda, me daba mucha vergüenza. Me separé en el 2002, por razones de trabajo, vivíamos en Bahía Blanca. Cuando empezaron las vacaciones y mis hijos no iban al colegio, decidimos venirnos los tres a visitar a mi mamá a Mar del Plata. Faltaban días para que comiencen las clases y mi marido todavía no venia buscarme, ponía como excusa el trabajo. Mi hermana mayor me convenció de tomar una “combi” que me lleve hasta allá, así le daba una sorpresa. Pero la sorpresa me la llevé yo al ver a mi marido con otra mujer que ya convivía con el, porque hasta mi ropa estaba en bolsas.”

“A partir de ese día, con ayuda de mi familia decidí divorciarme, cosa a la que él, en ningún momento se opuso. Lamentablemente, las consecuencias son apreciables a simple vista, el varón, que hoy tiene 15 años, tiene las mismas actitudes del padre, es machista y tiene una doble personalidad. Para los de afuera se muestra de una manera, y conmigo es totalmente diferente. Me da vergüenza decirlo pero ya me ha levantado la mano en varias oportunidades. Y le tengo miedo.”

“La relación actual con mi ex marido es mala, no me ayuda en la educación de los chicos. El dice que eso me corresponde a mí por ser mujer, y que el dinero que me da por mes es suficiente. Lo difícil hoy, es encontrar a un hombre de mi edad que no tenga una historia pasada con hijos, y que se quiera hacer cargo de los míos. A las mujeres que están pasando por la misma situación les diría que la primera agresión, sea verbal o física, que sufran, no duden en hacer la denuncia.”

Los chicos son víctimas y también testigos del mal trato entre sus padres, por lo tanto la educación y la salud mental decrecen. Cuando hablamos de violencia, no hablamos solo en aspectos físicos (daños) sino también psicológicos (ofensas). Si a una persona la ofenden diariamente, quizá no logre accionar la suficiente autodefensa moral y al ser reiteradas las ofensas, tendrán un efecto dañino acumulativo. El mal trato tiene como consecuencia, la angustia, la pérdida de confianza al no aceptar la figura de los padres, conceptos que derivan a comportamientos extraños en la conducta general y la constitución de la personalidad del individuo.

Si sabemos las diferencias entre ofensa y daño, también podemos distinguirla entre dolor y sufrimiento, el maltrato en tanto sea físico y/o psicológico, en primera instancia causa dolor, pero se transforma en sufrimiento que es un estado mental y no una respuesta física. Nadie más que nosotros es dueño de su cuerpo, mientras que es común para los adolescentes escuchar retos de sus padres, no lo es la forma de agresión a la propiedad del cuerpo.

Lo principal que deben tener en cuenta las personas golpeadas es que no merecen serlo, ya que nadie tiene derecho a juzgarnos y menos a tomar cartas en el asunto, la violencia es un rasgo animal que no debería impartirse tras un castigo. William Golding, cuya novela El señor de las moscas, trata a la violencia –en este caso juvenil principalmente- reafirma las ideas de Hobbes y Freud, diciendo que la civilización no es más que un fino barniz sobre el estado animal de la naturaleza humana.

Imagino que esto va a dejar pensando a muchos, pero es un concepto conocido, o cercano a la noción un poco pesimista de lo que parcialmente somos o de lo que algunos tratamos de alejarnos.

Selene A. / Nadia L. / Maximiliano P.

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