sábado, 14 de julio de 2007

Sin rótulos ni etiquetas

La discriminación es un fenómeno que incluye muchas variables, si de dar juicios se trata. Por
color de piel, sexo, contextura física, por capacidades para actividades específicas. El hombre en su capacidad de ser, precisa una competencia constante cuyo reto más importante es el superarse así mismo.

El término discriminar significa: apartar, excluir, hacer diferencias entre entes u objetos. Pero en el contexto social – y de este se trata nuestro informe- presta otras connotaciones. Reconocemos que la mujer y el hombre son diferentes, es decir, discriminamos sus incompatibilidades psicofísicas. Éstos y otros conflictos entre los sexos han sido reflexionados por filósofos en la antigüedad y muchas culturas lograron erradicar sus inconvenientes.

Desde hace siglos antes de Cristo, la sociedad se dispone en estratos, el conflicto radica en la intercomunicación de los sectores. Los mismos incluyen diferencias económicas, políticas, culturales, por eso es aún más compleja la relación entre las personas.

El respeto es la base de toda comunicación humana, la intencionalidad de los actos son determinantes a la hora de juzgar nuestra capacidad de relación interpersonal. Mucha gente sufre de descontento para con sectores diversos de la sociedad, en la realidad, no existe nadie que no haya sufrido por la discriminación, desde pobres a ricos, trabajadores a desempleados, hombres a mujeres, jóvenes a ancianos.

Los seres cuando son envidiosos también adjuntan comentarios despectivos, ofenden, causan daños hacia el prójimo y esto nos aparta un poco del contexto global de sociedad como un común o un todo, y llama a la reflexión del uno, de la persona, del yo. (…)

Las rivalidades entre colegios públicos y privados siempre estuvieron presentes en nuestra sociedad, pero hoy se hace notar más de lo habitual. Chicos que estudian en escuelas del Estado prejuzgan a los estudiantes de colegios privados llamándolos “chetos o caretas”, y estos últimos, realizan el mismo acto, en sentido inverso, llamándolos “villeros”, generando un proceso continuo y sin final.

EPIlogo pudo determinar, merced a los testimonios, que el término “cheto”, se utiliza para describir a personas que se visten con ropa de marca, que hablan con un vocabulario muy particular, los que escuchan música electrónica, los que son materialistas y se creen superiores a los demás por su condición económica.

Y la palabra “villero”, que generalmente la utilizan con adjetivos más ofensivos, hace referencia a aquellas personas que escuchan cumbia, que se visten como los cantantes de este tipo de música o que hablan con un vocabulario propio de ese fenómeno.

Se cree también que son dos extremos culturales y, según las personas que se involucran en esta “clasificación”, no hay un punto medio, es decir, o sos “cheto” o sos “villero”. Varios estudiantes contaron una misma situación de prejuicio, en la cual se sintieron incómodos y ya pasó a ser rutinaria: en la que van caminando por la calle con el uniforme de la escuela y no falta oportunidad en la que alguno les grita “cheto”. Ocurre lo mismo en sentido contrario, personas humildes en su aspecto exterior que son agredidas verbalmente por aquellos que se sienten diferentes (con una cuota mayor de poder).

Es difícil evaluar este tipo de temas, donde, por más que uno se excluya de extremos culturales, la sociedad te ubica en ellos. El adolescente se auto etiqueta para, a través de ropas de marca, maneras de vestirse, formas de hablar, el tipo de música que escucha, pertenecer a un grupo etario. La gran mayoría de estos conflictos pasan por no comprender las posibilidades que el otro tiene, ni respetar la manera de ser o actuar que tiene cada uno.

(…) Este mundo funcionaría mejor si cada uno se preocupara por su trabajo y lo suyo en contribución de un bien común para todos, y no con ideas de alimentar ambiciones vanas. Las diferencias son necesarias, si fuéramos todos iguales, el mundo derivaría al hartazgo. La aceptación debe ser universal y absoluta, desde la sociedad, a la familia y al sujeto. La competencia, sana y en primer lugar, introspectiva. El respeto, un principio básico. El aislamiento y la exclusión ilícitos, es decir, no permitidos ni social ni moralmente.

Selene A. /Carolina D. / Nadia L.

No hay comentarios: